viernes, 19 de abril de 2013

Boecio: La Consolación de la Filosofía


EL HOMBRE:

En el año 476 el joven emperador Flavio Rómulo Augusto era destronado por el jefe bárbaro Odoacro y con ello terminaba la historia del Imperio Romano de Occidente. Sin embargo, las instituciones romanas, de amplia tradición, permanecieron bajo el dominio bárbaro en Italia; siguieron habiendo cónsules y el Senado continuó reuniéndose. Odoacro, debido a su origen, estaba imposibilitado de nombrarse a sí mismo como emperador, de modo que envió las insignias imperiales al emperador de Constantinopla y pidió ser nombrado como encargado del gobierno de Italia en nombre del emperador, el cual aceptó. Entonces, la situación de jure era que el Imperio en Occidente no había caído, sino que la administración de las provincias occidentales ahora estaba en manos de jefes bárbaros por encargo del emperador romano de Oriente. Incluso Odoacro emitió monedas en Italia similares a las imperiales donde aparecía el emperador de Oriente.

El Imperio Romano de Oriente tenía sus propios problemas en ese entonces: una guerra civil entre candidatos al trono y la amenaza ostrogoda en los Balcanes. Solucionado el primer asunto, el emperador esperó el momento adecuado para actuar. En el reino ostrogodo había surgido un líder importante, Teodorico, quien había sido educado en Constantinopla y llegado a ocupar importantes cargos. El emperador propuso a Teodorico que se dirigiera al oeste e invada el reino de Odoacro, para ganarse su reino y sus tierras. Teodorico se puso en marcha y en poco tiempo derrotó a las fuerzas de Odoacro, fundando el Reino Ostrogodo en Italia en el año 493. Al igual que su predecesor, mantuvo las formas romanas en la administración, claro que bajo su mando; también siguieron emitiéndose monedas en nombre del emperador de Oriente. Teodorico se mostró tolerante con sus subordinados romanos, llamando a miembros connotados de las clases altas para servir en el gobierno. Italia pasó un período de paz y prosperidad.

Medallón de Teodorico, única muestra en que aparece su rostro. Se lee: REX THEODERICVS PIVS PRINCEPS INVICTVS SEMPER (Rey Teodorico Piadoso Príncipe Siempre Invicto)

Y entre esos romanos que ocuparon cargos en el nuevo orden estuvo Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio, miembro de una prestigiosa familia de la cual provenían los otrora emperadores de Occidente Flavio Anicio Petronio Máximo y Flavio Anicio Olibrio, así como varios cónsules, entre ellos su padre, elegido en el 487 durante el reinado de Odoacro. Respecto al propio Boecio, él mismo fue elegido cónsul en el año 510 y fue ascendiendo en la escala de cargos hasta convertirse en magister officiorum, la mano derecha del rey. En el año 522, sus dos hijos, Flavio Boecio y Flavio Símaco, ocuparon los puestos de cónsules. Boecio estaba en la cumbre del poder y prestigio.

Sin embargo, tanto poder acumulado produjo la animadversión de algunos, y las usuales intrigas palaciegas dieron finalmente su fruto. Fue acusado en el año 523 de conspirar a favor del emperador romano de Oriente, despojado de sus cargos, encarcelado en Pavia y posteriormente ejecutado entre los años 524 y 525. Teodorico en sus últimos años de reinado se había tornado menos tolerante y las relaciones con el Imperio Romano de Oriente eran de recelo mutuo, y en el fondo, razones no le faltaban, ya luego de morir el rey ostrogodo en el 526, el reino se desestabilizó en luchas internas que lo debilitaron y finalmente desapareció conquistado por las tropas imperiales en el año 553.

Anicio Boecio


LA OBRA:

Boecio tuvo una rica formación en áreas como filosofía, gramática, retórica, griego; ello le sirvió para traducir algunas obras de Platón y Aristóteles al latín. Asimismo, nos ha dejado obras de corte religioso y filosófica, siendo la más conocida la conocida bajo del nombre de La Consolación de la Filosofía, redactada durante su reclusión en Pavia.

En la obra se ofrece el diálogo que tiene el propio autor en prisión con la Filosofía, personaje alegórico bajo la forma de una dama ricamente ataviada. El autor se lamenta de su actual estado y en eso aparece la Filosofía, ofreciéndole una explicación sobre el por qué de su infelicidad y qué remedio aplicar una vez conocida su causa; por otro lado, se aprecia el carácter ecléctico del pensamiento de Boecio, recogiendo el legado de doctrinas de diversos filósofos, como Platón, Aristóteles y los estoicos. El lenguaje empleado en el libro es relativamente sencillo por lo que no es difícil su lectura para tratarse de una obra de carácter filosófico. Constituye la última obra producida por la Antigüedad clásica, y el hecho de que tenga un cariz ecléctico lo hace un buen final de una importante era.

Así, cierto pasaje es una clara referencia a la teoría de la reminiscencia del platonismo, en boca de la Filosofía.

Boecio. La Consolación de la Filosofía III Prosa 2, 13


13 "Pero volvamos a lo que constituye los deseos del espíritu humano; el cual, aunque oscurecido en sus recuerdos, no cesa de suspirar por el bien supremo, por más que no acierte con el camino para conseguirlo, a semejanza del que, embriagado, no sabe volver a su casa".

Luego por medio de una imagen alude a la tendencia natural hacia el bien, otra doctrina platónica.

Op. cit. III Metro 2

"La rama verde y vigorosa podrá, obligada por una fuerza poderosa, dirigirse desviada hacia la tierra; más en cuanto la suelte la mano que la encorvó, de repente se enderezará para otra vez mirar el cielo".

Asimismo, hace una advertencia que no pierde vigencia sobre los amigos por conveniencia.

Op. cit. Prosa 5, 13

13 "Se podrá confiar en la ayuda de los amigos que crea la fortuna y no la virtud? El que se hizo amigo en el tiempo de la prosperidad se convertirá en enemigo cuando llegue la desgracia".

Más adelante, también expone brevemente otra doctrina platónica, la de la preexistencia de las almas.

Op. cit. III Metro 6

"Todo el linaje humano procede de un mismo origen. Uno solo es el autor de todas las cosas: uno solo el que las gobierna. (...) El ha encerrado en el cuerpo humano el alma que sacó de las celestes alturas; todos los hombres, por consiguiente, tienen un origen nobilísimo".

En otro pasaje, combina la doctrina aristotélica del motor inmóvil con las platónicas del bien supremo y las ideas.

Op. cit. III Metro 9

"¡Oh, Tú, que gobierna al mundo con leyes inmutables, Creador de la tierra y del cielo, que de la eternidad haces brotar el tiempo, que permaneciendo en tu inmovilidad inquebrantable das a las cosas movimiento! ¡Tú, que no obedeces el impulso de causas externas para forjar tus obras con una materia siempre variable, realizando así la idea del bien supremo que en Ti mismo llevas, ajeno al sentimiento de la envidia! ¡Tú lo riges todo lo conforme al arquetipo celeste; siendo la hermosura misma, haces que, a tu imagen, el mundo en extremo hermoso, lleve su perfección a todas sus partes!"

Después de tanto recorrido de razonamientos, termina por identificar a Dios (el cual recién es explícitamente mencionado en el libro) como el bien imperecedero que en consecuencia es el único capaz de proporcionar la felicidad eterna.

Op. cit. III Prosa 10, 7-8

7 "Pues ahora examina conmigo, dónde se encuentra esa felicidad. Dios, que es el primero de todos los seres, es el mismo bien, como lo confirma el unánime consentimiento de todos los hombres; ya que no existiendo nada mejor que Dios, indudablemente el ser mejor entre todos es el bien.

8 Y demostrado por la razón que Dios es un bien, queda también probado que Él es el bien supremo".

Cierta noción del posteriormente llamado Purgatorio se desprende en cierto pasaje, en el que la Filosofía responde a la pregunta de Boecio acerca de lo que sucede con las almas luego de la muerte.

Op. cit. IV Prosa 4, 23

23 "Entiendo que estos suplicios se aplican a unos como castigo, y por lo mismo con gran acerbidad; a otros, en cambio, se aplican como medio de purificación, y por lo tanto, con más benignidad".

Se considera a los malvados como enfermos morales que no merecen el odio sino la compasión por su estado.

Op. cit. IV Prosa 4, 42

42 "Ya que si la perversidad es en cierto modo una enfermedad moral, bien así como la parálisis es una enfermedad física, y a los que sufren una enfermedad física no los odiamos sino que los compadecemos, con mayor razón debemos tener lástima de los malvados lejos de perseguirlos, pues su espíritu se ve oprimido por el mal, cosa mucho peor sin duda que cualquier dolencia física".

El libro quinto y último del libro es un interesante ensayo que trata de dar una solución a la vieja cuestión de la omnisciencia de Dios y el libre albedrío. El autor en cierto momento sostiene un punto de vista determinista divino en el que el azar no tiene cabida.

Op. cit. V Prosa 1, 8

8 "Si por azar se entiende un acontecimiento o serie e ellos que sobrevengan de modo accidental, fuera del encadenamiento natural de las causas, es preciso afirmar que el azar no existe; y que esa palabra, al no designar nada, carece de sentido; porque si todas las cosas suceden conforme a un orden establecido por Dios, ¿qué lugar queda para lo fortuito o imprevisto?

Para saldar la dificultad referida en esta última parte de la obra, termina por atribuir a Dios la propiedad del eterno presente.

Op. cit. V Prosa 6, 8

8 "El ser que abarque y posea igualmente en su totalidad la plenitud de una existencia sin límites, de manera que no le falte ni un solo instante del porvenir ni del pasado, con toda razón se podrá llamar eterno. El cual por necesidad y totalmente se posee a sí mismo en presente, jamás se abandona, y en su presente reúne la infinidad de los momentos del tiempo que fluye".

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